EXPLICACIÓN DE:
¿Por qué los niños lloran o mueren al
nacer?
PERSONAJES Y DESCRIPCION:
Chica
de no más de 20 años, de tez sonrosada, cabellos rojizos y unos grandes ojos
color azabache.
Arleen.
Mujer de 30 años. Embarazada.
Betzayda.
Madre de Yubixia.
Nombre de
los dioses:
Zoe
Eliseo
Gabriel
ÉPOCA:
Año 999 a.C.
Hace mucho tiempo, en
el año 999 a.C., había, en la actual Holanda, un pequeño pueblo llamado
Plentyn. En esta reducida aldea, habitaban en torno a 25 personas y, entre ellas
se encontraba una joven de no más de 20 años, de tez sonrosada, cabellos
rojizos y unos grandes ojos color azabache.
Esta joven se llamaba
Yubixia. Ayudaba a su madre con el parto de aquellas mujeres que estaban
embarazadas y veía como aquellos bebes venían al mundo.
Todo comenzó una tarde de
tormenta. Arleen empezó a notar los dolores propios del parto y se dirigió,
como pudo, a la casa de la madre de Yubixia. La chica se encontraba
tranquilamente en su minúsculo cuarto, sin saber lo que le deparaba. Después de
aquel día, pensaría diferente sobre el trabajo que ejercía su madre. Arleen
logra llegar a la cueva de Betzayda,
madre de Yubixia, y nada más entrar, pregunta a su hija por ella. La mala
noticia pesó sobre su cuerpo, pues la matrona tardaría en llegar. Arleen no
podía esperar y le pidió a Yubixia que la ayudara para que su hijo llegara al
mundo. En el instante en el que por fin el niño salió de sus entrañas, Yubixia
notó una irregularidad que no había percibido cuando realizaba la misma práctica
con su madre. El pequeño niño no lloró al cortar el cordón umbilical, lo que
significaba que el recién nacido había muerto. Yubixia no sabía qué hacer. Era
la primera vez que le sucedía algo así,
pero no podía explicar el por qué de los hechos. No podía contarle a Arleen lo
que acaba de acontecer, pues ni ella sabía lo que había ocurrido y tampoco era
consciente de como le afectaría la situación a Arleen. En ese instante, llegó
Betzayda y se encontró a su hija nerviosa y preocupa. Le preguntó que había
sucedido en su ausencia y ella le contó la amarga tragedia que le quitaba la
calma. Su madre quedó sorprendida, pero intentó negar la angustia que le amparaba,
pues sabía que esto podía ocurrir. Yubixia no se tranquilizó ni por un momento y
siempre le quedó la pregunta de ¿por qué mueren los niños al nacer? A la que se
sumaba otra, ¿por qué lloran los niños al nacer?, cuestiones que, difícilmente,
tenía una respuesta.
Pasado un largo tiempo,
Yubixia y su madre se seguían dedicando a la misma labor. Lo que había ocurrido
aquella noche, no volvió a suceder. Muy al contrario, posteriormente a la
muerte de aquel pequeño ser vivo indefenso, vino consigo un crecimiento de la
natalidad. Las de 25 personas que habitaban en el pueblo, en un principio, pasaron
a ser casi el triple. Nunca intuyeron lo que les traía el provenir y, mucho
menos, que lo que sucedería, les cambiaria la vida para siempre.
Una noche de verano,
Yubixia y Arleen se hallaban en su pequeño hogar cocinando ricos pasteles. De
pronto tocaron la puerta y al abrir, encontraron a una mujer a punto de dar a
luz. Yubixia y Arleen prepararon todo rápidamente, y entonces, comenzó una
terrible tormenta. No pudieron evitar recordar lo que, tiempo atrás, había
sucedido, pero no se desesperaron, era imposible que volviera a ocurrir lo
mismo. Tan imposible que la historia volvió a repetirse.
Días más tarde, Yubixia
se sentía mal ante lo acontecido y empezó a pensar, nuevamente, el por qué de
que los niños murieran o lloraran al nacer. Su explicación fue esta:
Todo comenzó en
Prypiat, un lugar donde vivían muchos dioses, entre ellos, Eliseo y Zoe, un
matrimonio que tan solo pudo concebir un bebé: Gabriel. Era el niño de los ojos
de su madre, pues cuando nació, supuso para ella una profunda tranquilidad, que
nunca antes había sentido. Se sentía orgullosa por haber tenido a aquel niño.
Cuando
Gabriel cumplió sus dos años de vida, Zoe deseaba volver a ser madre y revivir
esas emociones, que sólo sintió durante
el embarazo de su único hijo. Zoe quedó embarazada nuevamente. Estaba super
feliz por volver a ser madre, pero comprobaba que durante su gestación, pocos
niños nacían vivos, y los que lloraban, no lo hacía de un modo especial. Pasó
el tiempo, y Zoe dio a luz a su preciado bebé. No lloraba, estaba muerto. La
tristeza invadió su corazón, comenzó a llorar y las lágrimas cayeron a la
Tierra en forma de grandes tormentas, que causaban la muerte de los niños que
nacieran en esas noches. Sin embargo, Gabriel le brindaba alegría, y gracias a ello,
los niños nacían vivos y lloraban de una forma enérgica.
Dos años más después, Zoe
lo volvió a intentar. Logró otro hijo y entonces, reapareciendo los sentimientos
que tuvo al nacer Gabriel. Podía transmitir a la Tierra su emoción; la tristeza
cambió a la pasión por volver a hacer madre y lo canalizó a través del llanto
de los bebés, ese sollozo enternecedor que avivaba a las madres al igual que a Zoe.
Y, sin embargo, cuando Zoe no podía concebir de nuevo, la muerte tocaba a la
puertas de los recién nacidos.
Los cuatro hijos que
pudieron tener Zoe y Eliseo crecieron, formaron sus respectivas familias,
proporcionaron nietos a Zoe, por los que ella sentía un profundo cariño. Nunca
más volvió a morir un recién nacido. Gracias a esto, Zoe superó las pérdidas de
sus hijos fallecidos. Solamente, la impregnaba un estado de bienestar.
Yubixia consideró una
buena explicación a lo que le había ocurrido con aquellas mujeres durante los
años, pero no podía entender por qué los niños seguían muriendo. La ilustración
no concordaba con la realidad. La muerte de los recién llegados se producía en
casos excepcionales, por falta de alimentación durante la gestación o por
enfermedades que contraía bebé antes de nacer.
Autor: Mª Irenes T.P
2º Bachillerato
B
2012-2013
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