martes, 10 de noviembre de 2015

Al otro lado de la montaña


  • Personajes: un minero, el guardián y una ninfa del bosque.
  • Época: muy remota y muy lejana.
  • Lugar: una montaña rodeada de una región árida y un bosque frondoso.

Érase una vez, en un tiempo muy remoto, una tierra muy lejana habitada de hombres esclavizados por la tiranía de los más fuertes. La vida de los más débiles transcurría desempeñando las labores más pesadas, la mayoría de aquellos mortales no eran más que simples mineros que solo cavaban de sol a sol en busca de los metales preciosos que harían más ricos a quienes les gobernaban. Su trabajo era cavar diferentes túneles en pequeños grupos a modo de abarcar el mayor terreno posible sin que ninguno se desviara, encontrar y recolectar materiales en grandes cubas que los mismos mineros debían transportar en brazos de regreso hacia el exterior para discernir los metales de todo aquello que no sirviera. Pero hubo uno de esos tantos días en los que uno de los hombres más jóvenes, absorto en sus labores perdió el rumbo de hacia donde iba, para cuando se dio cuenta que se había apartado del grupo que le acompañaba quiso buscar el camino de regreso pero le fue imposible divisar por donde había llegado, por lo que no tuvo más remedio que seguir adelante hasta que pudiese encontrar una salida al otro lado de la montaña. Y así lo hizo, encontró una salida luego de incansables horas cavando bajo tierra; grande fue su sorpresa cuando observó a su alrededor...; nada era ni por asomo parecido al mundo de tierras áridas en donde él vivía desde que tenía uso de razón, todo era de un inmenso verde florecido en donde criaturas que nunca había visto se desplazaban con gracia y agilidad por encima de su cabeza e incluso mucho, pero mucho más alto, en el suelo habían enormes hoyos con bodrios que se escurrían entre sus dedos al tocarlos y que hacían un sonido hermoso al chocar unos con otros...
-¿Qué es este sitio?, ¿dónde estoy? Detrás de la maleza se asomó una figura que le era más familiar, se veía como él, solo que vestía telas diferentes, más claras, más limpias, y en su mano portaba un enorme bastón con el que se afirmaba sobre la tierra...
-Tu no eres de por aquí... Tu rostro no me es familiar... Incluso me atrevería a afirmar que ni siquiera deberías estar aquí, ¿por dónde has llegado? El joven horrorizado no pudo más que señalar con el dedo el agujero del túnel que con sus propias manos había cavado.
-Ya veo... Pues debes irte más que pronto por el mismo sitio que has entrado. El tono altanero y déspota de aquel ser que a la vez se mantenía sonriente logró sobresaltarlo, de modo que por fin supo articular las palabras, y le respondió, aunque titubeante:
-No puedo, me he perdido en los túneles y todo lo que he hecho es cavar para poder salir de allí pero vine a parar a este sitio, aunque quisiera no podría encontrar el camino de regreso... Aquel joven de vestimenta pulcra lo observó con detenimiento y le dijo:
-De acuerdo..., creo que podré ayudarte a que regreses al otro lado de la montaña, solo si eres capaz de poner atención y seguir mis órdenes con suma obediencia..., no podrás fallar y deberás hacer todo cuanto diga, de otro modo no serás capaz de salir de aquí... El minero asintió con fervor y se estuvo atento a lo que pudiera decirle.
-¿Ves ese pequeño puente a lo lejos? El joven expectante asintió.
-Allí encontrarás una ninfa que te guiará de regreso por el desfiladero que bordea la colina hasta llegar al lago, en donde encontrarás una pequeña embarcación en la cual deberás cruzar tu solo hasta llegar a orillas de tu tierra. Señalando hacia el puente acotó:
-Ella te guiará durante el trayecto en el que solo deberás limitarte a seguirla, te mostrará hacia dónde ir, solo debes comprometerte a no te distraerte, solo seguir sus pasos, y óyeme bien, bajo ningún concepto la mires a los ojos, ¿entiendes?
-Si, entiendo..., obedeceré..., lo prometo.
-Es preciso que lo hagas, pues será la única forma en la que podrás regresar a tu hogar. Aquel muchacho volvió a desparecer entre la maleza y el joven desconcertado grabó esa última palabra en su cabeza “hogar”. Siguió las indicaciones que le habían sido dadas y se dirigió hacia el puente que divisaba a lo lejos. Una vez allí pudo observar una silueta muy parecida a la suya pero con rasgos particulares, era parecida a él pero tenía más fineza, era más delgada, más pequeña, con largas telas casi del mismo color de aquella cosa extraña que brotaba del suelo que cubrían su cuerpo, su piel estaba limpia , luminosa y por debajo de la tela cristalina se dejaba entrever una silueta llena de curvas de lo más extrañas pero para nada desagradables a la vista, tenía el pelo largo de un color dorado como el de las piedras más valiosas que había conseguido una vez en las minas..., las minas..., los túneles..., la oscuridad... Abstraído en sus pensamientos logró llegar hasta el puente en el que la ninfa se encontraba de pie frente a uno de esos grandes hoyos de vidrio escurridizo. Cuando ésta notó su presencia se puso en marcha sin siquiera darse la vuelta. Tenía un paso suave, ligero, se movía con gracia esquivando grandes obstáculos dentro de tanta frondosidad, aquel muchacho estaba impresionado y un tanto fascinado por la gran destreza y agilidad que demostraba algo que parecía tan débil y frágil. Al mismo tiempo que seguían su curso por el desfiladero entre la maleza aquella ninfa cada tanto debía aminorar la marcha puesto que para ese minero todo cuanto veía se volvía objeto de atención y distracción, al punto de llevar al joven al extremo de la torpeza, adentrados en aquella inmensidad trastabilló una vez, y trastabilló una vez más cuando fue capaz de percibir una pequeña risa de aquel ser que le guiaba. A medida que transcurría el camino se sorprendía cada vez más de todo aquello que descubría, ya no solo era su figura, su andar, también su voz, aquel pequeño destello de voz del que se pudo percatar entre aquella rara sinfonía que para él era totalmente desconocida, supo distinguirla, supo oírla... Dentro de esa misma sinfonía en uno de los tantos hoyos vio una criatura verdosa, redonda y con pequeñas piernecillas largas y dobladas con las que daba brincos de un hoyo a otro, tenía ojos saltones, una boca inmensa por la que desprendía un sonido estruendoso y una lengua muy larga con la que atrapaba pequeñas cosas negras que flotaban en el aire, la tomó entre sus manos y la notó viscosa y un tanto desagradable, la olió y la criatura le volvió a gritar, desesperado por silenciarla se la llevó a la boca y se la tragó de inmediato, con la mala suerte que ésta le quedó atorada en la mitad del pecho. Luego de un largo camino por el desfiladero llegaron a un claro descampado en el que se abría la maleza, aquellas criaturas que se movían ágiles y graciosas por encima de su cabeza cuando salió del túnel estaban por todas partes, maravillado consiguió dar un brinco y atrapar una entre sus manos aún tiznadas, era una especie de criatura alargada de la cual se desprendían dos protuberancias todavía más delgadas que su cuerpo de lo que el minero suponía que sería su cabeza, y a los lados tenía un par de palas muy finas y muy planas llenas de colores que jamás había visto. La observó moverse delicada entre sus dedos y de un golpe se la llevó a la boca, aquello empezó a moverse sin parar encima de su lengua y ya no le quedó más nada que engullirla por completo, aquello le pareció divertido y en un intento por no perder el paso de su guía en tanto se dirigía hacia el lago que ya podía ver a lo lejos en el camino de aquel claro se tragó unas cuantas más.
Una vez que se aproximaron a la orilla aquel joven echó la vista atrás y volvió a recordar la palabra que le mencionó quién lo recibió a su llegada, “hogar”..., lo que él recordaba como hogar no le había provocado en años las sensaciones que le había provocado aquel sitio en un solo día... Cuando se volteó observó a la ninfa quien lentamente levantaba su mano alargando un dedo que apuntaba hacia la orilla del lago en el que atracaba una pequeñísima barca, pero él no observaba la embarcación, su vista recorría el brazo de su guía hasta llegar a su rostro, pudo ver los hermosos ojos de aquel ser, azules como el techo de ese nuevo mundo que apenas había conocido, y simultáneamente recordó las palabras del joven de la entrada: “...bajo ningún concepto la mires a los ojos...” Y entonces entendió porqué. Aquel ser viscoso de ojos saltones despertó dando de brincos atorado en su pecho intentando escapar, las criaturas que se había comido volvieron a despertar en su interior como en un intento de salir dándose de bruces con las paredes de su estómago, del suelo brotaba la hierba que se enredaba en sus piernas inmovilizándolo por completo, el viento empezó a soplar como si anunciara una tempestad, pero al mismo tiempo en el techo azul despertaba una enorme bola de fuego que lo volvía todo cálido, el joven observó la orilla y la barca se incineraba volviéndose cenizas, la ninfa lo contempla y le advierte:
-Ahora nunca podrás regresar... El joven minero, embelesado por el tono de su voz, abstraído por la belleza que tenía delante sin dejar de observarla ni un instante le responde:
-... ya no quiero hacerlo... 
Macarena R. S.

3 comentarios:

  1. Realmente me ha perecido un mito bastante bonito, en la forma de expresar y de describir las cosas, cada palabra parece que ha sido cuidadosamente escogida y colocada para embellecer el texto. El final es, sin duda, el punto más álgido del mito, donde lo desenvuelves de una forma hermosa y con tan solo una sola frase.
    Sheila S.G

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  2. Si es por decir, te digo que me encanto el mito, pero ciertamente he de confesar que no se muy bien lo que explica el mito, pero tambien puede ser que yo no lo haya interpretado de una forma correcta; pero quiero que sepas que tienes el don de la palabra, me encanta la historia. Las unicas pegas quiezas son, que me hubiera gustado que lo hubieras separado en párrafos, para que sea más legible, y la segunda es que si me puedes decir cuándo vas hacer el libro. ;)

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  3. Perdón el comentario de arriba es de Enelis N.D.L

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