Al
otro lado de la montaña
- Personajes: un minero, el guardián y una ninfa del bosque.
- Época: muy remota y muy lejana.
- Lugar: una montaña rodeada de una región árida y un bosque frondoso.
Érase
una vez, en un tiempo muy remoto, una tierra muy lejana habitada de
hombres esclavizados por la tiranía de los más fuertes. La vida de
los más débiles transcurría desempeñando las labores más
pesadas, la mayoría de aquellos mortales no eran más que simples
mineros que solo cavaban de sol a sol en busca de los metales
preciosos que harían más ricos a quienes les gobernaban. Su trabajo
era cavar diferentes túneles en pequeños grupos a modo de abarcar
el mayor terreno posible sin que ninguno se desviara, encontrar y
recolectar materiales en grandes cubas que los mismos mineros debían
transportar en brazos de regreso hacia el exterior para discernir los
metales de todo aquello que no sirviera. Pero hubo uno de esos tantos días en los que uno de los hombres más jóvenes, absorto en sus
labores perdió el rumbo de hacia donde iba, para cuando se dio
cuenta que se había apartado del grupo que le acompañaba quiso
buscar el camino de regreso pero le fue imposible divisar por donde
había llegado, por lo que no tuvo más remedio que seguir adelante
hasta que pudiese encontrar una salida al otro lado de la montaña. Y
así lo hizo, encontró una salida luego de incansables horas cavando
bajo tierra; grande fue su sorpresa cuando observó a su
alrededor...; nada era ni por asomo parecido al mundo de tierras
áridas en donde él vivía desde que tenía uso de razón, todo era
de un inmenso verde florecido en donde criaturas que nunca había
visto se desplazaban con gracia y agilidad por encima de su cabeza e
incluso mucho, pero mucho más alto, en el suelo habían enormes hoyos
con bodrios que se escurrían entre sus dedos al tocarlos y que
hacían un sonido hermoso al chocar unos con otros...
-¿Qué es este sitio?, ¿dónde estoy? Detrás de la maleza se asomó
una figura que le era más familiar, se veía como él, solo que
vestía telas diferentes, más claras, más limpias, y en su mano
portaba un enorme bastón con el que se afirmaba sobre la tierra...
-Tu
no eres de por aquí... Tu rostro no me es familiar... Incluso me
atrevería a afirmar que ni siquiera deberías estar aquí, ¿por
dónde has llegado? El joven horrorizado no pudo más que señalar
con el dedo el agujero del túnel que con sus propias manos había
cavado.
-Ya
veo... Pues debes irte más que pronto por el mismo sitio que has
entrado. El tono altanero y déspota de aquel ser que a la vez se
mantenía sonriente logró sobresaltarlo, de modo que por fin supo
articular las palabras, y le respondió, aunque titubeante:
-No
puedo, me he perdido en los túneles y todo lo que he hecho es cavar
para poder salir de allí pero vine a parar a este sitio, aunque
quisiera no podría encontrar el camino de regreso... Aquel joven de
vestimenta pulcra lo observó con detenimiento y le dijo:
-De
acuerdo..., creo que podré ayudarte a que regreses al otro lado de
la montaña, solo si eres capaz de poner atención y seguir mis
órdenes con suma obediencia..., no podrás fallar y deberás hacer
todo cuanto diga, de otro modo no serás capaz de salir de aquí...
El minero asintió con fervor y se estuvo atento a lo que pudiera
decirle.
-¿Ves
ese pequeño puente a lo lejos? El joven expectante asintió.
-Allí
encontrarás una ninfa que te guiará de regreso por el desfiladero
que bordea la colina hasta llegar al lago, en donde encontrarás una
pequeña embarcación en la cual deberás cruzar tu solo hasta llegar
a orillas de tu tierra. Señalando hacia el puente acotó:
-Ella
te guiará durante el trayecto en el que solo deberás limitarte a
seguirla, te mostrará hacia dónde ir, solo debes comprometerte a no
te distraerte, solo seguir sus pasos, y óyeme bien, bajo ningún
concepto la mires a los ojos, ¿entiendes?
-Si,
entiendo..., obedeceré..., lo prometo.
-Es
preciso que lo hagas, pues será la única forma en la que podrás
regresar a tu hogar. Aquel muchacho volvió a desparecer entre la
maleza y el joven desconcertado grabó esa última palabra en su
cabeza “hogar”. Siguió las indicaciones que le habían sido
dadas y se dirigió hacia el puente que divisaba a lo lejos. Una vez allí pudo observar una silueta muy parecida a la suya pero con rasgos
particulares, era parecida a él pero tenía más fineza, era más
delgada, más pequeña, con largas telas casi del mismo color de
aquella cosa extraña que brotaba del suelo que cubrían su cuerpo,
su piel estaba limpia , luminosa y por debajo de la tela cristalina
se dejaba entrever una silueta llena de curvas de lo más extrañas
pero para nada desagradables a la vista, tenía el pelo largo de un
color dorado como el de las piedras más valiosas que había
conseguido una vez en las minas..., las minas..., los túneles..., la
oscuridad... Abstraído en sus pensamientos logró llegar hasta el
puente en el que la ninfa se encontraba de pie frente a uno de esos
grandes hoyos de vidrio escurridizo. Cuando ésta notó su presencia
se puso en marcha sin siquiera darse la vuelta. Tenía un paso suave,
ligero, se movía con gracia esquivando grandes obstáculos dentro de
tanta frondosidad, aquel muchacho estaba impresionado y un tanto
fascinado por la gran destreza y agilidad que demostraba algo que
parecía tan débil y frágil. Al mismo tiempo que seguían su curso
por el desfiladero entre la maleza aquella ninfa cada tanto debía
aminorar la marcha puesto que para ese minero todo cuanto veía se
volvía objeto de atención y distracción, al punto de llevar al joven al extremo de la torpeza, adentrados en aquella inmensidad
trastabilló una vez, y trastabilló una vez más cuando fue capaz de percibir una pequeña risa de aquel ser que le guiaba. A medida
que transcurría el camino se sorprendía cada vez más de todo aquello que descubría, ya no solo era su figura, su andar, también
su voz, aquel pequeño destello de voz del que se pudo percatar entre
aquella rara sinfonía que para él era totalmente desconocida, supo
distinguirla, supo oírla... Dentro de esa misma sinfonía en uno de
los tantos hoyos vio una criatura verdosa, redonda y con pequeñas
piernecillas largas y dobladas con las que daba brincos de un hoyo a
otro, tenía ojos saltones, una boca inmensa por la que desprendía un
sonido estruendoso y una lengua muy larga con la que atrapaba
pequeñas cosas negras que flotaban en el aire, la tomó entre sus
manos y la notó viscosa y un tanto desagradable, la olió y la
criatura le volvió a gritar, desesperado por silenciarla se la llevó
a la boca y se la tragó de inmediato, con la mala suerte que ésta
le quedó atorada en la mitad del pecho. Luego de un largo camino por
el desfiladero llegaron a un claro descampado en el que se abría la
maleza, aquellas criaturas que se movían ágiles y graciosas por
encima de su cabeza cuando salió del túnel estaban por todas
partes, maravillado consiguió dar un brinco y atrapar una entre sus
manos aún tiznadas, era una especie de criatura alargada de la cual
se desprendían dos protuberancias todavía más delgadas que su
cuerpo de lo que el minero suponía que sería su cabeza, y a los
lados tenía un par de palas muy finas y muy planas llenas de colores
que jamás había visto. La observó moverse delicada entre sus dedos
y de un golpe se la llevó a la boca, aquello empezó a moverse sin
parar encima de su lengua y ya no le quedó más nada que engullirla
por completo, aquello le pareció divertido y en un intento por no
perder el paso de su guía en tanto se dirigía hacia el lago que ya
podía ver a lo lejos en el camino de aquel claro se tragó unas
cuantas más.
Una
vez que se aproximaron a la orilla aquel joven echó la vista atrás
y volvió a recordar la palabra que le mencionó quién lo recibió a
su llegada, “hogar”..., lo que él recordaba como hogar no le
había provocado en años las sensaciones que le había provocado
aquel sitio en un solo día... Cuando se volteó observó a la ninfa
quien lentamente levantaba su mano alargando un dedo que apuntaba
hacia la orilla del lago en el que atracaba una pequeñísima barca,
pero él no observaba la embarcación, su vista recorría el brazo de
su guía hasta llegar a su rostro, pudo ver los hermosos ojos de
aquel ser, azules como el techo de ese nuevo mundo que apenas había
conocido, y simultáneamente recordó las palabras del joven de la
entrada: “...bajo ningún concepto la mires a los ojos...” Y
entonces entendió porqué. Aquel ser viscoso de ojos saltones
despertó dando de brincos atorado en su pecho intentando escapar,
las criaturas que se había comido volvieron a despertar en su
interior como en un intento de salir dándose de bruces con las
paredes de su estómago, del suelo brotaba la hierba que se enredaba
en sus piernas inmovilizándolo por completo, el viento empezó a
soplar como si anunciara una tempestad, pero al mismo tiempo en el
techo azul despertaba una enorme bola de fuego que lo volvía todo
cálido, el joven observó la orilla y la barca se incineraba volviéndose cenizas, la ninfa lo contempla y le advierte:
-Ahora
nunca podrás regresar... El joven minero, embelesado por el tono de
su voz, abstraído por la belleza que tenía delante sin dejar de
observarla ni un instante le responde:
-...
ya no quiero hacerlo...
Macarena R. S.
Realmente me ha perecido un mito bastante bonito, en la forma de expresar y de describir las cosas, cada palabra parece que ha sido cuidadosamente escogida y colocada para embellecer el texto. El final es, sin duda, el punto más álgido del mito, donde lo desenvuelves de una forma hermosa y con tan solo una sola frase.
ResponderEliminarSheila S.G
Si es por decir, te digo que me encanto el mito, pero ciertamente he de confesar que no se muy bien lo que explica el mito, pero tambien puede ser que yo no lo haya interpretado de una forma correcta; pero quiero que sepas que tienes el don de la palabra, me encanta la historia. Las unicas pegas quiezas son, que me hubiera gustado que lo hubieras separado en párrafos, para que sea más legible, y la segunda es que si me puedes decir cuándo vas hacer el libro. ;)
ResponderEliminarPerdón el comentario de arriba es de Enelis N.D.L
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