martes, 17 de noviembre de 2015


El      ORIGEN
de la música



Personajes: Ashe (dios), Almeida (madre de Ashe, diosa), Efreón (padre de Ashe, dios), Melisa (Sirena)
Época: Varios siglos atrás.
Lugar: Península de Lira, (Islas Parmese)


La música es un lenguaje universal, que se cree incluso que existió antes que el propio lenguaje hablado. No hace falta formación para entenderla.
Según la definición tradicional, se considera el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación de sonidos y silencios, utilizando principios fundamentales como la armonía, melodía, y el ritmo.

Partiendo de esta base, nos situaremos en la línea espacio-temporal, concretamente en un punto que abarca varios siglos posteriores al contemporáneo, cuando los dioses dominaban la tierra y sus criaturas.

En la península de Lira, al norte de las conocidas islas Paramese, un joven Ashe, hijo de los dioses Efreón y Almeida, pasea, como de costumbre, junto a la orilla del mar.

Ashe, era un dios un tanto excéntrico en comparación al resto de dioses del Olimpo, pues siempre le llamó más la atención el mundo de los humanos y las criaturas mágicas que habitan escondidas en él, que el propio mundo de las deidades, donde solo hablan de dotes, atributos, cualidades o cualquier tema insustancial para él. Y claro, Ashe no tenía ningún don especial.

Avergonzado por no saber hacer nada espectacular, como Fleemo, el dios del fuego, o Alia, la diosa de la sabiduría, se marcha a la tierra, donde nadie puede reírse y burlarse de él.

Pasaba la mayoría del tiempo deleitándose de su belleza natural, cosa que sí le fascinaba e interesaba, como el cielo, los mares, las tierras y parajes, el día y la noche, los cambios de estaciones, que hasta le llegó a decir a su madre, Almeida, que quería irse a vivir allí, a lo que ella, enojada, le contestó que él era un ser superior que debería vivir con el resto de divinidades.

Su madre no sabía apreciar la belleza de la tierra, pensó. Y se puso a pensar en las ninfas que había visto aquella mañana en el bosque.

Cae la noche y, mientras observaba cómo el horizonte fundía la oscuridad del cielo, presidido por la hermosa y blanca luna llena y el mar, sentado en una roca, visualizó algo inusual que salía de las aguas.
Al principio creyó que era algún tipo de pez, pero tras entonar varias veces sus ojos, divisó una cabellera casi blanca como la misma esfera blanquecina para luego, toparse con los orbes azules más bonitos que había visto en su vida. Era una sirena. Nunca había visto una tan bella como aquella.

La sirena, se acomoda en un risco y comienza a emitir una melodía, que embelesa completa y absolutamente al joven Ashe. En toda su existencia, no había visto y oído nada igual. Y juró que se había enamorado de aquella criatura.
Desde entonces, la escucha todos los días, todas las noches, enamorándose cada vez más de su belleza y de su hermosa melodía, hasta que un día, la deidad, que se halla contemplando a la sirena a hurtadillas, se acerca para confesarle su amor. Pero ella, se percata de la presencia de Ashe, deja de cantar y se zambulle nuevamente en el mar.

Ashe, apenado y lamentándose por haberla asustado, espera paciente a que vuelva a aparecer, pero pasan días e incluso semanas y aquella hermosa criatura no vuelve a emerger del agua.


El joven dios, desesperado, le suplica a su padre, Efreón, que mande a alguno de sus mensajeros a buscarla. Sin embargo, el robusto eterno, se niega ya que al igual que su esposa, detesta que su hijo pase más tiempo embobado en la tierra que en el reino de los dioses.
Ashe incluso, le obsequió a Afrodita una hermosa orquídea que había robado de un prado para que ella le ayudase, no obstante, la diosa, que está muy ocupada con otros asuntos, le da sin más explicación, unas cuerdas revestidas de oro y un trozo de madera, que a Ashe le parecen inservibles. ¿Qué pretende Afrodita que haga con eso?

A punto de perder la cordura, Ashe permanece sentado en su roca de siempre, albergando la esperanza de que la sirena apareciera con sus cantos. Y la espera, juguetea con las cuerdas que le dio Afrodita. Las coloca estratégicamente en la base de madera y pasa, inconscientemente sus dedos por las tensas correas. Impactado, se da cuenta de que han emitido un sonido muy bonito, y, sin saber muy bien lo que hacía, vuelve a hacerlo, esta vez creando una sintonía. Sonríe satisfecho y sigue produciendo con sus dedos una bella melodía que llamó canción. Y, cuando el joven menos se lo espera, su amada criatura mágica sale del agua y le observa, fascinada por el sonido que emitía aquel instrumento hecho por él. Éste se remueve en la piedra y toca otra melodía, más suave, para de algún modo, demostrarle su amor a aquella bella sirena, que encantada, canta junto a él.
Y así fue como Ashe se convirtió en el dios de la Música, junto a su amada sirena, Melisa. Y se originó la música que nos ha llegado a nuestros días.

Davinia A.P.

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